En el istmo de Tehuantepec y otras regiones de Oaxaca, la devastación que dejó el sismo del 7 de septiembre y las lluvias de estos meses, no ha tocado fin. La emergencia continúa. Sin embargo, en medio de la tragedia la reconstrucción ha iniciado. Y no, no me refiero a las tarjetas recién entregadas por el gobierno federal a familias damnificadas.
Me refiero a la dinámica gestada por las mujeres y hombres zapotecos, ikoods, mixes, y la población que vive en las comunidades afectadas. En las redes circula el video de una niña de escasos cinco años de edad declamando un poema en zapoteco; en las calles, en medio de la tragedia se escuchan las risas de mujeres y hombres; el buen humor y la picardía natural istmeña está de vuelta.
En las colonias, barrios, calles, se organizan para continuar la vida, aun en la intemperie. La sociedad civil, se moviliza y se adelanta a discursos oficiales para reactivar la economía. El Comité Melendre ha logrado recuperar cientos de hornos para las mujeres totoperas, a través de la iniciativa “Adopta un Horno”; al tiempo, estimula la adquisición de bienes en las ciudades istmeñas con “Despensa Básica”. El pintor Francisco Toledo ha establecido cocinas comunitarias y anuncia apoyos para una recuperación de las viviendas considerando sus aspectos tradicionales.
A la par, lo mismo apoyos internacionales, de la iniciativa privada, de la sociedad civil fluyen con generosidad. La sociedad mexicana muestra que, en la emergencia y el desastre, es capaz de responder solidaria y rápidamente. Los gobiernos oscilan entre el actuar oportuno, el oportunismo de algunos de sus funcionarios, la mezquindad de otros y el infame uso electoral que algunos más pretenden darle.
Sin embargo, esta multiplicidad de esfuerzos puede no tener un final feliz, si se hace en el desorden, sin organización ni planeación. Las buenas intenciones y la generosidad pueden quedarse en eso o, peor, en uso partidista, en corrupción, en una farsa.
Y es que la reconstrucción no es, no puede ser, un tema de censar viviendas dañadas, derruir las que el sismo no colapsó, y erigir nuevas casas. La reconstrucción de la infraestructura física y habitacional será un eje importante, pero no el único.
La reconstrucción tiene que ser vista como parte de un proceso social, político, económico y cultural de largo aliento. Por ello, es necesario tener un diagnóstico, una planeación y una organización que contemple todas las aristas. Sabemos que es una emergencia, pero ello, por las implicaciones a futuro que tendrá, no puede hacerse improvisadamente o con meras decisiones voluntaristas.
La reconstrucción también parte de una definición de política pública. En algunos lugares, como Juchitán, que junto con Ixtaltepec son las comunidades más dañadas, la descomposición política y social, la inseguridad, violencia y presencia de la delincuencia, es anterior al sismo. Pero, la reconstrucción no puede hacerse sin considerar cómo atender estos problemas. No es pues, edificar casas nuevas para vivir con los mismo o peores problemas que antes.
La reconstrucción es, además, una oportunidad para la redefinición del espacio público. En muchas de estas comunidades hay un empleo oportuno y permanente del mismo; en otras, el espacio se ha reducido por la inseguridad, la ausencia de políticas públicas, la privatización, etcétera. Es tiempo de recuperar para todos, lo que es de todos.
Y, además, la reconstrucción debe tener pertinencia cultural. No es lo mismo atender y reconstruir los espacios colapsados en una metrópoli como la ciudad de México, que en una ciudad como Juchitán. Ni tampoco corresponde hacerlo igual en los pueblos ikoods de San Mateo, San Dionisio y Santa María del Mar, que en la región Mixe o entre los zapotecas de la Sierra Juárez. El paisaje urbanístico tradicional, tiene tras sí una cultura, una relación con tiempo, clima, suelo, naturaleza, que habría que recuperar.
Es pues, este asunto de reconstruir, algo mucho más complejo que edificar viviendas o entregar apoyos para su construcción. Por eso es importante tener una definición clara del rumbo que habrá de tomar. Y, por supuesto, habrá que considerar los cuantiosos recursos que habrán de requerirse. Desafortunadamente hay más problemas en el horizonte: estamos en víspera de elecciones federales y locales; estamos en el último tramo del sexenio presidencial. Más aún; hay antecedentes de opacidad en el manejo de los recursos del FONDEN y, está visto, hubo y hay, la búsqueda de la utilización de la tragedia como parte de la estrategia electoral de casi todos los partidos políticos.
De esas razones nace una iniciativa del Movimiento Nacional Nosotrxs, de establecer un Fondo Único de Reconstrucción Nacional, con reconocimiento público y con la más absoluta transparencia, que coordine todas las tareas, mediante un fideicomiso público –creado por decreto presidencial—, con plenas facultades de actuación, en el que se depositen todas las aportaciones internacionales, bancarias, partidarias, sociales y privada; con un comité técnico que debe convocar a la participación de esos sectores y dotarles de los medios para vigilar y sancionar los planes, proyectos y acciones derivadas del fideicomiso. Toda la información debe abrirse a la vigilancia pública y a la colaboración de la sociedad civil. Y debe dirigirse por un cuerpo de profesionales de probada experiencia administrativa, indiscutible autoridad moral y sin filiaciones partidarias. La iniciativa completa puede verse (y suscribirse) en: www.nosotrxs.org/causas/reconstruccion_nacional/
La reconstrucción es oportunidad de mostrar la capacidad de la sociedad mexicana y oaxaqueña, de construir colectivamente y recuperar el espacio público. Es el reto que enfrentan gobiernos y partidos, de estar a la altura de lo que el país requiere, con una visión de Estado que supere el cortoplacismo de las próximas elecciones.
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