La embriaguez de los triunfos electorales; de tener para sí la presidencia de la República; la mayoría calificada en las cámaras de diputados y senadores; de detentar al menos 23 gubernaturas, ha hecho de los dirigentes y legisladores del Movimiento de Regeneración Nacional, verdaderos íconos de la soberbía, la sumisión y la irresponsabilidad. Una de sus acciones más cuestionadas es la desaparición de algunos órganos autónomos, como el Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información -INAI-.

Un régimen que no rinde cuentas al ciudadano es, sin más, una tiranía. Un gobierno que le conculca a sus ciudadanos el derecho a saber, estará a merced de los medios y redes sociales que difunden esos datos que se empecina en ocultar. No hay democracia sin rendición de cuentas. Desde 2002 el ciudadano de a pie tenía la certeza de contar con una institución en la que podría hurgar de los abusos del poder, como fue la Estafa Maestra o la Casa Blanca.

Dichos casos sirvieron a quienes hoy detentan el poder, para desacreditar al antiguo régimen, a los neoliberales, a los conservadores. Pero no. La consigna era pulverizar o desaparecer aquello que podría ser un boomerang para develar la historia de latrocinios de la familia presidencial y algunos de los que hoy se muestran -falsamente- como los nuevos depositarios de la moral pública. Esos carniceros que mañana serán inermes reses.

El INAI fue producto de una semilla que germinó en nuestra entidad. Aquí nació en 2001 el llamado “Grupo Oaxaca”. Fue la génesis de uno de los proyectos democráticos que nos ubicó en el mundo global como una de las naciones en que, cualquier ciudadano, fuera quien fuera, podía exigir cuentas de lo que hacía su gobierno. Lo hemos dicho: no fue una gratuita concesión del poder ejecutivo, menos de una maniobra electorera. Fue una conquista de la sociedad civil.

Que si los comisionados del INAI, igual que los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, se dan la gran vida, con viajes constantes al extranjero, en primera clase; que si reservan en hoteles de lujo o mantienen salarios arriba de la exigencia presidencial, eso podría haberse superado con medidas de estricta austeridad. Pero desaparecer un órgano que pese a sus deficiencias era un fiel de la balanza para los excesos, la opacidad y la discrecionalidad, eso es una bajeza.

¿A dónde recurrir ahora, para saber el costo de los viajes en helicóptero del diputado Monreal, a los que dijo, teníamos que acostumbrarnos porque los hacía seguido? ¿Quién nos informará de los bonos extraordinarios que se dice cobran en la Secretaría de Transparencia y Honestidad del actual gobierno estatal y otros excesos, que serían una contradicción a las políticas de austeridad que abandera el gobernador Salomón Jara? Son sólo preguntas. (JPA)